sábado, 4 de agosto de 2012



Te miro como mirarían al cielo las montañas. Como algo terco, hermoso y eterno.
Como un niño que alza su mano para abrazar las nubes, aun cree que podrá llegar, pero nunca llega. Crece y en un triste otoño maldice la niebla por calarle los huesos y esconderle el mundo, sin ver que tiene lo que siempre anheló. Abrazar las nubes.
Eres ese sueño que no sé si querré hacer realidad.
Eres la magia de lo desconocido. Eres esa película vista por primera vez. Eres el tacto de las páginas de un libro nuevo. Eres una mezcla de expectativas y deseo. Fantasía.
Eres más yo que tú, seguramente.
Y yo soy más tú que yo, también.
Soy ese escape a tu piso amueblado. A tu vida de persona normal. Y morirme contigo si te matas. Y matarme contigo si te mueres.
Soy ese rincón del mundo donde puedes colgar la careta y el traje para ser quien eres. Soy tu confidente y testigo. Tus disculpas y redención. Soy tu conciencia y compinche. Amiga y musa. Culpable de tus dudas y noches en vela. Soy tu esperanza y fisura. La opción A de tu plan B. Tu puerta entreabierta.
Tu porvenir.
No puede haber en el mundo real algo tan perfecto. Una combinación implícita tan magnética. Tantas palabras en el silencio.
Olvídalo, sigue con tu vida. Con esa que puedes tocar y tiene alegrías y decepciones. No tientes al mundo. No abras la gallina de los huevos de oro.
Mira al cielo, allí está bien, lejos de nuestros sucios dedos.

1 comentario:

  1. He pensado en comentar dos años después para alentar tus planes de joder mi ego de escritor. Porque el amor, cuando no duele, mata (y morir así siempre es una buena opción)

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