lunes, 16 de abril de 2012



Cuando te vi hubo un impasse en el tiempo. De repente un agujero negro se había tragado el mundo y yo sólo podía verte a ti. A ti, como si no te conociera.
Te presentaste ante mi con tu misma cara, con tu misma sonrisa a medias pícara y a medias triste, con tu misma forma de andar, decidida y prudente, y aunque conocía cada movimiento, cada gesto, es como si te viera por primera vez.
No hablo de la familiaridad que nos da el tiempo, hablo de la sensación profunda del anonimato. De la sensación de chocar con un desconocido, un desconocido que ya habías visto antes.

Y así, caminando a tu lado, recordé todas nuestras historias, todas las cosas que supe de ti, todas las conversaciones que compartimos y al mirarte de reojo mientras sonreías, fui incapaz de darme cuenta de que él y tú erais la misma persona.
Como si en alguna parte se hubiese roto algo.

Y al caer la noche, soñé contigo. Soñé contigo tal como estabas, tal como estaba y se me desdibujó la realidad de repente, sin saber ya en dónde me encontraba. No sabría decirte qué fue más real, si lo que sentí o lo que existía. Ni sabría decirte lo que existía. Un frío aparente que no me creía, pero que me daba escalofríos.
Aunque en mis sueños no aparecía.

Aun tengo ese olor afrutado en mi pelo.

No podemos estar tanto tiempo sin vernos.

viernes, 6 de abril de 2012


Dejé reposar mi sueño en un lecho de estrellas. Dejé que cada una de sus explosiones rozasen mi piel. Dejé que tu recuerdo llenase mi vida, como una exhalación o una enfermedad.
Olvidé el temor y la desconfianza. Empecé a creer en la hospitalidad de un desconocido. Disfruté de la dulzura de tus palabras y cabalgué sobre las melodías de tu voz.
Pasaron los días y la historia sin nacer se tornó agridulce.
Apareció una mirada turbia, un gesto sincero, pero triste, apareció la verdad que ocultaban tus actos imprudentes y egoístas.
Y el universo volvió a ser lo que era. Una inmensidad de vacío infinito lleno de misteriosos mundos desconocidos. Volvió a pesar la falta de aire, volvió a sentirse la presión de la incertidumbre. Volvió a llegar la realidad como un puñetazo. Como un portazo.
Adiós muy buenas.
Pero en el momento exacto de la bofetada, de la mentira desenmascarada, se recuperó el orgullo de la inocencia y la bondad incorruptible.

Cierra los ojos, mira hacia el centro de tu mismo cuerpo, de tu eterna mente, implosiona. En los orígenes de quién eres, en tu propio universo.
Somos nuestro propio universo. Aunque aprecio cada gesto, cada mirada, cada caricia, cada preciosa mentira, cada ilusorio sueño... no necesito más luz que la de mis propias estrellas.

Mírame brillar. Ya no te queda de mí otra cosa que mi estela.