domingo, 31 de julio de 2011



Siembra la desconfianza. Eterna y muda como la espada de un guerrero.
Clávate en el alma dibujando una letra escarlata. Grábate un destino de hoy hasta siempre.
Dime ¿Qué rasgo es el que te delata? Si tu mirada se ha vuelto turbia o tus labios fieros. Quizá sean esas manos, pequeñas, puras como la nieve, que se van afilando hasta las yemas de tus dedos.
Que no confía en mí, dice, soy su reflejo. Soy todos sus temores metidos en un cuerpo pequeño. Soy el veneno. La daga negra. La declaración de guerra. La sentencia de muerte.
Fresca, siempre fresca, como esa flor letal impregnada de polen. Como la roca afilada de los acantilados.
Soy si se me teme.
Huelo su miedo y me conmueve.

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